Recorda que pots descarregar un ejemplar digital del Observatorio de la Esperanza
Enric Armengou Psiquiatra de ITA Especialistas en Salud Mental y del Hospital del Niño Dios. Profesor en la Universidad Abat Oliba. Miembro del Patronato de la Fundación Ayuda y Esperanza. Voluntario del Teléfono de Prevención del Suicidio y del Teléfono de la Esperanza.
“Descuidar el contacto cercano con las personas que son importantes para usted es al menos tan peligroso para la salud como el hábito de fumar un paquete al día, la hipertensión o la obesidad”.[1] La psicóloga canadiense Susan Pinker demostró con un estudio muy riguroso que los dos factores más importantes para llegar a los 100 años son la integración social y tener relaciones cercanas. Muy por delante de no fumar, no beber, la salud cardíaca o la diabetes.
La OMS[2] define salud como "un estado de completo bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades". Resaltamos la incidencia en "lo social". Si esta afirmación es evidente en la salud general, cuál no será su importancia en la salud mental.
La sociedad ha visto cómo la pandemia, con la exigencia del distanciamiento social y las diferentes etapas de confinamiento, ha hecho aflorar lo mejor y lo peor de las personas y ha hecho que seamos conscientes de la necesidad de estar conectados. Estamos esperando los brotes verdes, los desconfinamientos y las vacunas que nos van presentando, para volvernos a encontrar y abrazar. Nos comunicamos por pantalla plana o nos vemos con mascarilla y nos es difícil captar los mensajes emocionales que nuestras caras transmiten. Una de las torturas más inhumanas es el aislamiento social. Como bien refleja el protagonista de la película El náufrago, interpretado por Tom Hanks, para poder sobrevivir, el protagonista debe crear una comunidad, hablando con una pelota de voleibol a la que personalizará.
Los profesionales de la salud mental y las autoridades sanitarias somos observadores del incremento del sufrimiento emocional, vivencial y conductual de las personas. Hemos visto el empeoramiento de personas con trastornos mentales que estaban estables. Hemos comprobado el incremento de las enfermedades emocionales como las depresiones, las obsesiones y las fobias; los trastornos de la conducta alimentaria, las adicciones y las autoagresiones han aumentado su incidencia. Se ha incrementado igualmente la tasa de maltrato intrafamiliar. Estamos viendo personas que se aíslan en su casa como si fueran jóvenes de Hikkimori.[3] Y la crisis sociosanitaria crece alarmantemente si hablamos de la gente mayor y de la soledad no deseada.
La crisis sanitaria de la Covid-19 ha derivado en una crisis económica, cierto, pero también estamos viendo que se está gestando una crisis social que afectará a aquellas personas que la sufran durante mucho tiempo. Un indicador muy significativo es que el consumo de psicofármacos en 2020 se ha multiplicado por dos respecto al año anterior.[4]
Los últimos años de bonanza y comodidad, olvidados por completo del sufrimiento y el esfuerzo de nuestros abuelos en las posguerras, tanto civil como europea, han sumido a Europa en la cultura de la “sociedad del bienestar”. Nos hemos centrado en la prosperidad y en hacernos un espacio de confort donde sentirnos seguros y cómodos. Pensábamos que la economía y la ciencia nos ofrecerían el bienestar y la seguridad, la autosuficiencia. En este afán, sin embargo, hemos descuidado la naturaleza, nuestra casa común y los demás, los que no pertenecen a nuestro pequeño club.
De revertir el descuido del planeta, ya se ha encargado la propia naturaleza, con una de las pandemias más duras que haya conocido nunca la raza humana. La Covid-19 está provocando que los estados, las empresas y toda la sociedad sean conscientes de su vulnerabilidad.
De revertir el hecho de centrar nuestras ilusiones en el bienestar y en nuestro pequeño clan, donde no cabe el de fuera, debemos encargarnos nosotros. Aquí tenemos un reto estimulante y que puede ayudarnos a construir un futuro mejor que el pasado postmoderno. Siguiendo la visión aguda de Byung-Chul Han, “el siglo XX ha sido el de las guerras y la locura, pero el siglo XXI será el de la depresión y el suicidio”.[5]
“Todo esto era cierto, incluso antes de la Covid-19; ahora, sin embargo, estamos viendo las consecuencias de la pandemia en el bienestar mental de las personas, y esto es solo el comienzo. Muchos grupos, incluidos los adultos mayores, las mujeres, los niños y las personas con problemas de salud mental existentes, corren el riesgo de sufrir graves problemas de salud a medio y largo plazo si no se toman medidas”
En palabras de António Guterres, secretario general de la ONU, se prevé un año desafiante para la salud mental: “Todo esto era cierto, incluso antes de la Covid-19; ahora, sin embargo, estamos viendo las consecuencias de la pandemia en el bienestar mental de las personas, y esto es solo el comienzo. Muchos grupos, incluidos los adultos mayores, las mujeres, los niños y las personas con problemas de salud mental existentes, corren el riesgo de sufrir graves problemas de salud a medio y largo plazo si no se toman medidas”.[6] Y el papa Francisco ha emprendido una lucha feroz para sustituir la “cultura del descarte” por la “cultura de la esperanza”.[7] El reto del siglo XXI será crear una red relacional inclusiva que, apoyándose en los fuertes acoja a los débiles, y magnánima, que permita la diferenciación y la libertad personal.
Los humanos somos seres sociales y nos necesitamos unos a otros para poder dar lo mejor de nosotros mismos. Somos relación desde lo más íntimo de nuestro ser, incluso desde nuestros genes. Hace ya muchos años que se ha demostrado[8] que nuestro genoma desarrolla unos genes, unas proteínas y, finalmente, unas características y conductas de acuerdo con el entorno en el que interactuamos, al igual que nuestro cuerpo genera aptitud y respuestas creativas para adaptarse a los impactos del mundo que le rodea.
La ciencia psicológica descubrió el siglo pasado la teoría del Apego [9] (o attachment theory), que viene a decir que, para un desarrollo correcto y equilibrado, el niño necesita una relación de apego seguro desde el nacimiento y, sobre todo, durante los primeros meses de vida. Y demuestra que esta capacidad de interactuar con el otro influye en el crecimiento armónico del niño en los aspectos físico, psíquico y social. Esta habilidad condicionará que seamos personas adaptadas y libres o desadaptadas y patológicas.
De hecho, uno de los factores más determinantes en el desarrollo de un trastorno mental es la cantidad y la calidad de nuestras relaciones interpersonales. Los trastornos mentales se generan en soledad, real o sentida, y se recuperan en sociedad.
De hecho, uno de los factores más determinantes en el desarrollo de un trastorno mental es la cantidad y la calidad de nuestras relaciones interpersonales. Los trastornos mentales se generan en soledad, real o sentida, y se recuperan en sociedad.
En psicología tenemos un concepto muy interesante, que son las “caricias”.[10] Todos tenemos la necesidad básica de ser vistos, y reconocidos, y la situación de más dolor emocional, y muy a menudo el preámbulo de una conducta suicida, es la vivencia existencial de “no ser visto”, de “no importar”.
La pandemia está provocando mucho dolor y sufrimiento, pero también nos ha despertado la conciencia de que debemos trabajar juntos para tener un futuro. Y si podemos, un futuro mejor, más armónico con la naturaleza, más sintónico entre las personas y más afable con el desfavorecido.
Como psiquiatra, observador privilegiado del lado oscuro de las personas, veo con ilusión cómo van surgiendo iniciativas enfocadas al acompañamiento del que está solo, el que es invisible y del que se autoexcluye porque no entiende a la sociedad o no se siente escuchado ni aceptado. El Teléfono de la Esperanza, Amics de la Gent Gran, el Teléfono de Prevención del Suicidio, y tantas otras están realizando una ayuda en el acompañamiento al enfermo mental tan revolucionaria como el descubrimiento de los psicofármacos o la generalización de la psicoterapia.
Este cambio cultural de cuidar el mundo en el que vivimos, conectar con el otro con quien convivimos, y aceptar con compasión, como defiende el psicólogo Gilbert,[11] nuestras circunstancias internas y externas, es una revolución. Su resultado facilitará la calidad de vida de las personas, tendremos una sociedad con menos enfermedades mentales, donde los pacientes con trastornos mentales severos se sentirán más vistos, atendidos y aceptados. Y esto es fundamental para la mejora clínica del paciente.
REFERENCIAS
[1] Pinker, S. (2015). The village effect: How face-to-face contact can make us healthier and happier. Vintage Books Canada.
[2] Organización Mundial de la Salud
[3] Hikikomori es un término japonés para referirse al fenómeno social que consiste en personas apartadas que han escogido abandonar la vida social; a menudo buscando grados extremos de aislamiento y confinamiento, debido a varios factores personales y sociales en sus vidas. En Japón suele afectar más a hombres que a mujeres. (https://es.wikipedia.org/wiki/Hikikomori#Tratamiento)
[4] La ola de contagios dispara el consumo de ansiolíticos y antidepresivos en una población con miedo e incertidumbre. (2021, 15 de febrer). Noticiaspress.es. http://www.noticiaspress.es/2021/02/la-ola-de-contagios-dispara-el-consu...
[5] Byung-Chul, H. (2017). La sociedad del cansancio. Herder Editorial.
[6] Organización Mundial de la Salud. (2020, 13 d’octubre). 2020: Un año desafiante para la salud mental. Noticias ONU. https://news.un.org/es/story/2020/10/1482212
[7] “En realidad, una sociedad merece la calificación de "civil" si desarrolla anticuerpos contra la cultura del descarte; si reconoce el valor intangible de la vida; si la solidaridad es activamente practicada y salvaguardada como fundamento de la convivencia”, papa Francisco. (2020, 30 desembre). Conferencia Vaticano [Comunicat de premsa]. https://www.vaticannews.va/es.html
[8] H. Lipton, B. (2007). La biología de la creencia [Llibre electrònic]. LA ESFERA DE LOS LIBROS. http://www.esferalibros.com/libro/la-biologia-de-la-creencia-edicion-10-...
[9] Resumen: https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_del_apego
[10] A la unidad de contacto o reconocimiento la llamaremos, con Berne, “caricia” que se define cómo “cualquier acto que implique el reconocimiento de la presencia de otro” o dicho de otro modo, es cualquier estímulo social dirigido de un ser vivo a otro y que reconoce la existencia de éstet (http://www.cop.es/colegiados/MU00024/caricias.html)
[11] Gilbert, P. (2014). Terapia centrada en la compasión. Editorial Desclée de Brouwer.
Web Design easy&WEB